domingo, 14 de abril de 2013

PERMACARETAS

(Isla Ometepe, Nicaragua)


Ya conocíamos a los belgas. Nos volvimos a encontrar con ellos en San Juan del Sur y nos fuimos a comer los cinco juntos a un restaurante peruano de esos que ponen el compilado que tiene la canción de Titanic, Don´t let me down y canciones así en sikus. Si, faltaban los tipos vestidos de apache que dan vueltas por Florida como show en vivo y en directo.
Decidimos continuar viaje juntos y nos reunimos al día siguiente para ir a la Isla de Ometepe, en el lago Nicaragua. En el combo cayó una polaca que sugirió ir a una a finca. No me sorprendió porque acá esta lleno de fincas. De hecho, yo pensaba quedarme un terreno que había sido expropiado durante la revolución y ahora funciona como una cooperativa cafetera de veinticuatro familias. Como la mayoría la seguía a la polaca decidimos ir todos juntos.
Desde el puerto hasta el lugar tomamos un taxi que nos dejo en la puerta de "El Zopilote". En la "Lonely Planet" decía que era un lugar para incrementar las tendencias jipis que uno llevaba adentro y que tenían huerta, que el dueño hacia pizza tres veces por semana No sé, pintaba buena onda. El tema es que resultó siendo el lugar mas hipócrita que pise en estas tierras.
No solo tenes todos los precios en dólares sino que no tenes cocina comunal, te cobran cinco dólares una pizza quemada hecha "orgánicamente" e incluso te dan candado para que cuides tus pertenencias porque cualquiera puede robártelas. No se fomenta la interacción entre la gente ni la unidad. 
Es una especie de zona de comfort para los europeos, canadienses y estadounidenses que vienen a Nicaragua a conocer tierras exóticas y a hacerse amigos de la naturaleza que repugnan y que sus empresas ayudan a aniquilar en lo que es nuestra América. Los dueños son italianos, es muy facil hacerse el jipi y ponerse una finca tipo "hippie's summer camp" donde niños de mamá y papá hacen yoga y comen lino de diez dólares.
El ataque casi me da cuando en medio de su noche de "pizza a un precio exorbitante" empiezo a escuchar "a desalambrar, a desalambrar". Me dieron ganas de empezar a romper cabezas. Corta. A desalambrar ¿qué? Manga de hipócritas, si salta uno ahí y empieza a hablar de la propiedad comunal a estos se les frunce el orto porque se les acaba el negocio. Te hacen cagar en el compost pero no son capaces de darte un vaso de agua sin cobrártelo.
Otra cosa que me llamo la atención es que se quedan con tu pasaporte hasta que haces el check out porque "mucha gente se va sin pagar". Todo bien, pero no les di mi pasaporte. Es ilegal que se lo queden y me dejen a mi sin identificación para salir a la calle. Viajando, el pasaporte es tu dni. No se los podes dejar.
Indignada. Estos no son los jijpis que a mi me gustan. Se empapan de un discurso que es solo amigo de la naturaleza por moda y porque eso les llena los bolsillos, pero no hay una verdadera consciencia de igualdad ni se fomenta la misma. No hay una verdadera concientización de la gente, ni siquiera en lo que tiene que ver con una cultura eco friendly. A lo sumo si participas de los talleres (que encima tenes que pagarlos, salvo lo de artesanías y el trabajo en la finca a la mañana porque uno está produciendo para ellos).
La neoexplotación. Todos los empleados son nicaragüenses, el dueño italiano y rodeado de jipis que pagan fortuna para vivir lo mas rústicamente por lo menos por una semana y así decir que hicieron algo por el mundo en un país subdesarrollado.
Hay que aclarar que no todo el mundo se como el verso y no todos los europeos piensan así. Nuestros amigos belgas están en una situación similar a la mía, no quieren saber nada con esta farsa de fraternidad. Por suerte ya encontramos otro lugar mucho mejor, mas a lo nosostros.
La otra aclaración que hay que hacer es que no solo explotan nicaraguenses, sino que tienen un programa de voluntariado. Eso sí tiene pinta de ser mas útil. Si uno quiere aprender cosas de permacultura y trabajar con productos orgánicos está bueno tener la posibilidad de pasar dos o tres meses ahí, sin pagar, aprendiendo y recibiendo las tres comidas. Eso es lo único que encuentro como positivo de esa granja. 

Así que digámosle sí a la amistad con el planeta y digámosle no a los pousers y caretas.

El problema no lo tienen las personas, el problema lo tiene el mercado


De pronto estoy ante James, de Oregon. Jame es de los States y, por supuesto, no habla español. Su amigo si lo hace. Me siento bien hablando en inglés, estoy ebria y algún que otro cuasi puro con tabaco paso por mis labios. Estoy que exploto. No puedo parar de hablar en inglés. Ahí es donde me doy cuenta que soy casi bilingüe pero solo ebria y on pot.
 Y te das cuenta que el call center dio sus resultados, que sin darte cuenta te lo metieron en el cerebro. No lo esperabas, no lo sabias: brainwashing, man. Y usas palabras muy propias de ellos y acento muy a lo de allá. No me creen o se sorprenden cuando digo que soy argentina. Increíble. Con todo este tema en la cabeza y además, como soy yo, sin poder parar de hablar un segundo: le conté mi historia a James.  
 Le conté que salí del secundario pensando en conseguir un buen trabajo. Lo que conseguí fue trabajar en un call center en el que  te hacian vender cosas inútiles como tarjetas de crédito a Estados Unidos. Si, termine abrazándome a un yanki pidiéndole disculpas por llamar todos los días a sus país y venderle mierda. El, abrazándome saids "i'm always so rude to telemarketers". 
Yo quería ser Marx y me pusieron en una linea de producción neoforditsta que apunta a los servicios. Claro, que todo eso no se lo explique a mi amigo James, lo hubiera vuelto loco.  Pero le dije que ese había sido mi trabajo y que lo había sentido horrible, que renuncie a los seis meses porque no aguante. El me dijo que está harto de las llamadas y que siempre termina siendo brusco porque no sabe como pararlos. Los dos coincidíamos en que está bueno poder verse face to face y know each other como personas. Como lo que somos. Porque la verdad que James me cayó muy bien, amen de que estaba en un estado de extrema positividad con el mundo (yo soy una con el universo). 
Yo no quiero venderle nada a james y el no quiere comprar nada. Los dos estamos chatting tranquilos, de la vida, de nuestras carreras - el es diseñador gráfico - , de los países de los que venimos y de que debería hablar español. Ahora dejó el diseño gráfico porque quiere ser músico. Y hablamos de que la gente debe tener sueños. James es de carne y hueso. James no es un número que me suma en mi comisión a fin de mes. James tiene sueños. Y nuestros mundos se tocaron para saludarnos y unir en un abrazo lo que el mercado trata de separar con sus métricas. Todos somos humanos, nadie es un robot, nadie es un comprador compulsivo... solo hacen que las personas crean que lo son. 

Fin.... (i'm so fuckin drunk right now, dude)

jueves, 28 de marzo de 2013

La Teoría de Pedro

"Los Panameños no salen de su país por promiscuos"

Resulta que en Panamá la paga es quincenal y, según Pedro, los panameños no suelen viajar porque en Panamá tienen todo lo que necesitan: rumba, playa, mujeres y, por supuesto, alcohol.

Pedro fue nuestro primer anfitrión y la primera experiencia de Couch Surfing que tuve en mi vida. Tengo que decir que fue una muy grata primera vez. Nos hospedó a Marti y a mi en su casa y nos llevó a pasear por el casco viejo de la ciudad. Comimos en un restaurant bastante lindo y compartimos la mesa con Carlos, un amigo de Pedro, y Linda, otra couchsurfer en busca de compañía para pasear por la ciudad. Las conversaciones eran de todo tipo y un poco en español, otro tanto en inglés y con agregados de Alemán. Pedro tuvo la suerte de estudiar en Alemania por un inntercambio y Linda, aunque trabajaba en USA, era alemana.

Nuestro anfitrión tenía un tema central en sus conversaciones: sexo. Así que hablamos del matrimonio igualitario, de la castración y de la promiscuidad panameña. Hoy en día, en Panamá se fue aceptando un poco la homosexualidad. Algo curioso y que remite al machismo que uno siente en este tipo de lugares es el hecho de que no hay problema si dos mujeres se besan... peeero si dos hombres hacen lo mismo es una cochinada. Ese pensamiento masculino no puedo terminar de entenderlo, pero no está solo en Panamá sino que uno se encuentra con los mismos argumentos en Argentina.

Relacionado al machismo imperante, hay que decir que nunca me sentí tan incómoda caminando por la calle como en Ciudad de Panamá. Los hombres pasan de saludarte con un agradable "hola, guapa" a chiflarte como si fueras un perro. Tengo que admitir que me sale la feminista de adentro y termine cargada de frutas hasta la cabeza gritándole a los panameños que no soy un perro y que se vayan a freír churros. El machísmo resulta ser moneda corriente. 

Yo no sé si será el calor, la comida o qué, pero todos andan con las hormonas alborotadas. Será que la teoría de Pedro es cierta, no sé. Por mi parte, prefiero menos promiscuidad y mas viajes.


miércoles, 20 de marzo de 2013

De Buenos Aires a Panamá (Con escalas)

Salí de Buenos Aires con lluvia y con mi hermana medio ebria en el auto. Ella y Hernán me acompañaron hasta Ezeiza. Ahí iba a empezar mi travesía, hacer el check-in, dejar los bolsos en la cinta y pasar por migraciones. El abrazo fraternal me recordó, una vez mas, que hay gente que amo mucho en Buenos Aires. Sin embargo, mis ganas de conocer el mundo son gigantes... Y allí me fui en la aventura.

Creo que no espere al despegue para dormirme. Los últimos días en Buenos Aires fueron increíblemente largos y con pocas horas de sueño. ¿Cómo iba a dormir sabiendo que tenía que despedirme de tanta gente? Las despedidas tienen algo triste y hermoso a la vez. Está, por un lado, la tristeza de saber que uno no va a tener contacto físico con otra persona por mucho tiempo. Por el otro, la incertidumbre, las ansias, el amor de la gente que nos despide, los buenos deseos y el futuro impredecible que se asoma ante nosotros.
Entre sueños llegue a Bogotá. Para mi sorpresa: hacía frío. Sin embargo estaba bastante abrigada y dentro del aeropuerto no se sentía tanto.

Free shop everywhere. Todo el mundo vende, todo el mundo compra. Me mantuve alejada de eso y me ayudo la existencia del wi-fi. 

Marti tardó mas de lo que me imaginaba en aparecer. Al final la encontré haciendo la cola para el check-in. Nos abrazamos y sentí esa conexión que solo siento con unas pocas personas. Hay relaciones en las que el tiempo no es un factor que importe. No importa que no la haya visto por meses, la conozco y el afecto siempre permanece igual.. quizás mayor.

Me volví a dormir antes del despegue y me desperté llegando a Ciudad de Panamá.

Pedro, un amigo de Couch Surfer nos estaba esperando.. y ahí empieza otra historia...